el niño le pregunta a la luna,
por qué te reflejas en el lago,
y luego desapareces
dejándome sin tu compañía
me quedo solo
añorando eras pasadas
en que fui adulto
y te prometía fidelidad
a la causa fantástica
de sondear la sabiduría
que acecha
en el límite exacto donde se cruzan
los opuestos.
¿Y qué?, me interrogaste.
Me fui, no estuve, volví,
¿Por qué te hiere una mentira?
¿Por qué te mata la verdad?
De qué fuente omnisciente beberán,
quienes no acudan a tu cita
noble caballero
de la sagrada armadura.
Las eras eternas del
porvenir
se proyectan en tu frente
guiadas por tu bendito
y tres veces bendito corazón
que los cuatro vivientes
bañaron en luz divina.
¿Y qué si no acudieron a tu llamado?
¿Por qué te afliges,
sabio monje guerrero?
Si el maestro llega
cuando el alumno está preparado
es preciso que sea ignorado
cuando el momento no ha llegado
o una oportunidad ofrecida por el padre
fuera burdamente rechazada.
Nada regala el cielo
si el peregrino no ha hecho
el esfuerzo exigido
para que merezca ser ungido
con el néctar del conocimiento celeste.
No llores, monje guerrero.
No te sientas traicionado
mucho menos, desdichado.
No vuelvas tu mirada a las eras pasadas.
En este presente eres eterno.
No salgas de tu círculo infinito
para arrojar lágrimas
por quienes no valoran los tesoros
que les ofreciste, con generosidad,
y despreciaron.
Mantente erguido, vigilante,
orgulloso de la misión que el cielo
te ha encomendado, noble guerrero
y nunca pierdas de vista la meta
a pesar de las caídas, desprecios,
traiciones, incompresiones.
Diez millones de soles son tu ejército,
tu consuelo,
tu poderoso sostén,
tu fortaleza,
el fuego sagrado
de tu espada divina
y la verdadera gracia de Dios.
Pablo Vaserman
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