La poderosa llama dorada arde en el resplandor del entendimiento divino. Es alimentada por la amorosa e incansable dedicación de maestros ascendidos y seres angelicales. Su acción es implacable. Quema lo impuro para reconstituirlo en un orden más perfecto.
Los chakras administran nuestra psicología. El ADN configura la matriz desde la cual nos relacionamos con la clase de realidad que percibimos. El baño de energía dorada refina nuestro mundo interno. Por añadidura, aquello que nos rodea también muta.
Nos abrimos así a un nuevo abanico de posibilidades, más rico en recursos y experiencias vitales.
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